Por Andrés Marguti
Los Saurópodos eran dinosaurios de proporciones y peso descomunales, y han sido los animales terrestres más grandes que han existido. Sus largos cuellos fueron evolucionados durante millones de años, principalmente para alcanzar los brotes más altos de los árboles. Con facilidad, un ejemplar adulto de un Brachiosaurus, podía ingerir de 500 a 600 kilos de alimento diariamente.
Algunos de ellos vivían en manadas no muy numerosas y los más grandes normalmente eran solitarios, siendo poco atacados debido a sus enormes dimensiones. Los depredadores no habrían querido enfrentarse a un dinosaurio quizá cuatro o cinco veces más pesado que él, en donde un movimiento de defensa bien ejecutado, podría dejar muy mal herido al atacante.
Sin embargo, un grupo decinco o seis raptores sumando esfuerzos, podrían tener buenas posibilidades de vencer a los menos grandes, trepando por su cuello, prensándose de él y soportando los fortísimos movimientos de defensa de su presa, que en no pocas ocasiones les causaba a los atacantes heridas graves, al salir disparados o simplemente siendo aplastados.
Existen al menos 18 géneros dentro de la infraorden Saurophoda en donde se cree que el menos grande y pesado fue el Haplocantosaurus, con un largo de 21 m, 6 de alto hasta la cabeza y 25 toneladas de peso.
Pero del otro lado de esta clasificación, encontramos al más grande animal que hasta el momento, haya vivido en tierra firme en nuestro planeta, el Patagotitán Mayorus, que alcanzaba los 40 m de largo, 14 mts de altura y un peso de 80 toneladas. La parte media del fémur de este animal rondaba los 65 cm de diámetro y el largo total del hueso podía alcanzar los 245 cm en los ejemplares adultos.

Sin embargo, el cerebro de los saurópodos era el más pequeños en relación al tamaño de su cuerpo en todo el reino animal. Por ejemplo, con 80 toneladas de peso, el Patagotitán Mayorus poseía un cerebro de máximo 200 a 300 kilogramos. Por esa razón, en la década de 1920 a 1930, se fraguo una teoría revolucionaria, la cual planteaba que estos dinosaurios podían poseer un cerebro secundario, ubicado muy cerca del comienzo de sus largas colas.
El descubrimiento de un muy notable ensanchamiento producido en el canal vertebral que albergaba la medula espinal justo terminando la cadera, encendió la idea de que ahí fuera un receptáculo para algo muy importante. Los científicos consideraron esto como una prueba suficiente para proponer que ahí podía contenerse un segundo cerebro, que ayudaría con los movimientos de la parte posterior del colosal animal.
Esta teoría prevaleció algunas décadas, sin embargo, empezó a perder fuerza debido al avance en las tecnologías de investigación científica, considerándose hoy en día como el lugar donde la medula espinal se ramificaban en diversas direcciones hacia la parte de las patas traseras y la cola. Era un “distribuidor” en el largo recorrido del enorme cordón nervioso del gigante, pero sin tener capacidad autónoma como el encéfalo. Y la teoría se esfumó.
Por un momento imaginemos que el meteorito que causo su extinción no hubiera golpeado la Tierra y hoy existieran dinosaurios evolucionados e inteligentes. Con seguridad no serían los saurópodos. Eran demasiado lentos y pesados, y su inteligencia y comportamiento era similar a la de una vaca gigantesca. La relación peso del cerebro con peso del animal, era muy baja y la vida inteligente requiere otro tipo de relaciones para evolucionar.
Sin embargo, su elegancia y parsimonia, aunados a su rara belleza, los hacen majestuosos e imponentes y al menos hoy los podemos imaginar devorando apaciblemente los árboles y arbustos, o sumergidos hasta el fondo de un lago, con su largo cuello por todo lo alto.
Felicidades y gracias por compartir información tan precisa y cultura general
Rocío: muchas gracias por tus comentarios; se los haremos llegar al autor