Por: Andrés Gutmar

Al observar el Universo, nos damos cuenta de inmediato de su sobrecogedora y enigmática inmensidad, la que siempre nos atrapa en su magnificencia y belleza haciéndonos reflexionar sobre cuestiones de contextos profundos.

Una de estas cuestiones, es sin duda el tiempo, cuya influencia en nuestra conciencia, rige implacable nuestras vidas.

 “Mañana volverá con nuevo impacto, el sol que me evapora y me da prisa…”

Silvio Rodríguez, cantautor cubano

Cuánta razón tiene esta reflexión de Silvio Rodríguez, trovador cubano, con respecto al tiempo y a su marca indeleble en nuestras vidas. El tiempo, más que cualquier otra percepción humana, es el único recurso absolutamente no renovable, aunque es lo único que también se renueva a cada instante; nos impulsa, nos da sentido de urgencia, pero exclusivamente desde nuestra perspectiva humana, que se encierra normalmente en conceptos del ego, algunos de ellos quizá ya anquilosados e inservibles.

Algo que no consideramos con frecuencia del tiempo, es su relatividad. Es decir, se percibe relativo en la persona y a la realidad creada en ese momento por su conciencia individual; por ejemplo, normalmente el tiempo se percibe largo y casi interminable para aquel que está pasando por una situación difícil. Sin embargo, también bajo esa percepción el minuto sigue teniendo 60 segundos y la aparente dilación del tiempo es exclusivamente una experiencia personal.

Al hablar de relatividad, también tendrá que verse incluida la luz y su inconcebible velocidad. El vector que traza en el universo cualquier fotón de luz, se mueve en relación a su fuente de emisión hasta llegar a nuestros ojos a 300 mil kilómetros por segundo. Sin embargo, y a pesar de viajar tan rápido, las distancias que tienen que atravesar en el universo estas partículas son aún más descomunales y el tiempo empleado para ello sale de nuestra comprensión.

Por ejemplo, en solamente 60 segundos, la luz viajara aproximadamente 18 millones de kilómetros, velocidad con la que puede cubrir 30 veces la distancia ida y vuelta de la Tierra a la Luna.

Pero la multiplicación sigue, y la distancia que recorre la muy veloz luz, se agiganta, dando lugar a números lejanos del entendimiento humano.

La luz recorrerá en un año 9.3 billones de kilómetros −el número 93 seguido de 11 ceros−, y esto es precisamente lo que se conoce como un año luz, la distancia que recorre la luz en un año y que nos permite tener un parámetro de medición más acorde a nuestro entendimiento.

No obstante, el año luz empieza a quedarse corto cuando salimos realmente hacia las profundidades del Universo y tienen que surgir otras unidades de medida como el parsec.

Un parsec (parallax of one arc second) se deriva de dos conceptos: la unidad astronómica (UA), que equivale a la distancia entre el Sol y la Tierra (156 millones de km en promedio) y él paralaje estelar. Un parsec (pc) se define entonces, como la distancia a la que una unidad astronómica (UA) traza un ángulo de 1 segundo de arco en la bóveda celeste con respecto al objeto a medir.

De hecho, nada en el universo esta a 1 pc de distancia, ya que la estrella mas cercana al Sol se encuentra a 1.32 pc de distancia, describiendo un paralaje de 0.76 seg arc

Entonces, cuando una estrella o cualquier otro objeto celeste describa un paralaje menor a 1 segundo de arco con respecto al sol, se encontrará a mayor distancia. Tanto menor sea el paralaje, mayor será la distancia al objeto. Los objetos más lejanos en el universo, como los cuásares, describen paralajes que rondan los 0.0007 seg arc.

Pero también se han creado múltiplos del parsec, debido a que, si bien es una medida adecuada para medir las distancias de nuestro propio vecindario estelar, empieza a quedar muy corto cuando las distancias se agigantan fuera de nuestra galaxia, al punto de lo inimaginable.  Por ejemplo:

kiloparsec (kpc) = 1,000 parsecs = 3,262 años luz

megaparsec (mpc) = 1 millón de parsecs = 3.26 millones de años luz gigaparsec (gpc) = mil millones de parsecs = 3,262 millones de años luz.

DOS REALIDADES QUE SE RETROALIMENTAN

Con estos datos, podemos calcular entonces con mayor facilidad e intentar imaginar al menos cual será la distancia a Próxima Centauri, la estrella más cercana a nuestro Sol, que se encuentra a 4.3 años luz de distancia, lo que equivale a 40.6 billones de kilómetros de nosotros.

Al conocer la inmensa distancia que nos separa de la estrella más cercana a nosotros, nos sobrecogemos. Las distancias en el universo son inimaginables, colosales.

Debido a eso, la demencial velocidad que posee la luz empequeñece ante las eternidades de tiempo y espacio que tiene que recorrer. La Luna está a poco menos de 1 segundo luz de la Tierra (290,786 km), la Tierra está a 8.2 minutos luz del Sol (150 millones de kilómetros), Neptuno a 4.5 horas luz del Sol (4,500 millones de kilómetros), Sirio del Can Mayor, a 10.5 años luz o Arturo de El Boyero, a 44 años luz…

Ante estos pocos ejemplos y en todo el universo, nuestro entendimiento debe rendirse ante la relatividad del espacio-tiempo, debido a que ningún objeto en el Universo lo vemos como es hoy, sino como era hace muchísimo tiempo.

Una estrella que se encuentra, por ejemplo, a 15 años luz del Sol, nos parece muy real, pero la verdad es que la estamos viendo justo como se veía hace 15 años debido a que su luz en forma de fotones, han tardado esa cantidad de años en viajar hasta nuestros ojos. Si ésta estrella estuviera estallando en este momento, no lo sabríamos hasta el año 2037 aproximadamente, pensando que estas líneas fueron escritas en el año 2022.

 Y lo mismo aplica con objetos realmente lejanos, aunque todavía inmersos en los límites de nuestra galaxia. Como ejemplo de los más conocidos, está la nebulosa de Orión que la vemos como era hace 1,344 años, o el más grande de los cúmulos globulares, el cúmulo globular de Hércules, que dista 25,137 años luz, o el centro de nuestra Vía Láctea, a 50 mil años luz de distancia. Fuera de nuestra galaxia, el objeto más cercano es nuestra vecina del llamado Grupo Local, la galaxia de Andrómeda, y se ubica a 2.2 millones de años luz de distancia (674 kiloparsecs). Cuando la luz que hoy vemos en Andrómeda empezó su viaje hacia nuestro planeta, el hommo habilis estaba iniciando su arduo recorrido hacia la fabricación de sus primeras herramientas, se alimentaba de carroña y raíces, y pronto descubriría el fuego en un árbol incendiado.

VIAJE AL PASADO

Existen galaxias que se encuentran a 5,000 millones de años luz (1.53 gigaparsecs) de la Tierra y que se observan cómo eran cuando el sistema solar aún no se formaba. ¿Cómo podemos observar algo que está ahí, aún antes de que nuestro Sol siquiera naciera?

 Y están también los objetos más lejanos conocidos, llamados quásares qué son una especie de fotografía de los primeros miles de millones de años de vida del Universo. Estos objetos se pueden encontrar de 12,000 millones a 13,000 millones de años luz de distancia (3.78 gigaparsecs) y esa cantidad de tiempo, corresponde a la formación de las primeras galaxias.

Vivimos en un océano de espacio, tiempo y relatividad, inconmensurable y misterioso, viajando sobre nuestro planeta Tierra. En él, la raza humana tiene la oportunidad aun viva de utilizar sabiamente su inteligencia y conciencia para conocer a fondo el misterio de la relatividad. Posiblemente eso nos pueda ayudar en el futuro para poder viajar en el tiempo, o en agujeros de gusano o sumergirse en los misterios de los agujeros negros, quizá hacia otras dimensiones del espacio-tiempo, en donde se puedan contestar preguntas largamente pendientes de respuestas.

Al ser nosotros parte de la creación del Universo, con algún propósito o sin él, tenemos también el potencial de conocer este fenómeno a fondo y utilizarlo para evolucionar.

Y el viaje continúa…

Periódico El Mosquito

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