Por Andrés Gutmar

No se trata de culpa o inocencia. Los dinosaurios no eran moralmente buenos o malos, crueles o pacíficos, pero, aun así, están todos muertos…

Chuck Palahniuk, paleontólogo danés

Era un muy cálido atardecer en los bosques Jurásicos de la Tierra, hace unos 65 millones de años. Un Tiranosaurio Rex devoraba a su recién cazada presa con rapidez, para evitar que el olor de la carne fresca atrajera al sitio a otros depredadores que, sin duda, tratarían de disputarle su comida.

De súbito, el tranquilo silencio se vio interrumpido por un tremendo y portentoso estallido en el cielo y el T-Rex levantó la cabeza para tratar de observar qué era lo que lo había causado. No pudo ver más que un inmenso resplandor que se originaba detrás de una enorme cadena montañosa cerca de él. Un brillo, como si el sol hubiera bajado a provocarlo, le arrancó un tremendo gruñido y lo cegó. Poco después, hubo un momento de silencio y el cielo empezó a tornarse a un color rojo intenso. Un terremoto sacudió la tierra bajo el depredador y el instinto del T-Rex le indicó que algo empezaba a estar mal…

Segundos después, el viento empezó a soplar fuertemente, solo para ir en aumento en forma exponencial, y a los pocos segundos, convertirse en un vendaval de fuego, tierra, agua, árboles y otros dinosaurios… una onda expansiva de choque alcanzó al animal con un tremendo impacto que lanzó por los aires sus 12 toneladas de peso, como si fuera una pluma.

Estaba consumado y había comenzado el cataclismo. La era de los dinosaurios llegaba a su fin después de 160 millones de años de evolución.

La vida… a reinventarse

Esta es la teoría más aceptada en general por los científicos, para explicar la gran extinción de los dinosaurios, que asegura que un enorme asteroide de al menos 15 kilómetros de diámetro, golpeó la Tierra a una velocidad mínima de 60 mil kilómetros por hora, en el área donde hoy se encuentra la Península de Yucatán, produciendo el cráter Chicxsulub de aproximadamente 200 km de diámetro.

Se sabe que el lugar del impacto fue exactamente en el peor de los blancos tanto para los dinosaurios como para muchas otras especies de seres vivos que en ese momento habitaban el planeta, debido a que golpeó en un mar con profundidad muy baja y con enormes depósitos de hidrocarburos, lo que ocasionó que ardieran descomunales incendios durante años, hasta que el petróleo prácticamente se agotara, expulsando a la atmosfera millones de toneladas de hollín. Los rayos del sol no pudieron llegar a la superficie del planeta por décadas debido a estas gigantescas y totalmente negras nubes de partículas suspendidas.

Esto ocasionó importantes descensos de la temperatura en latitudes medias y altas, además de una disminución paulatina de la fotosíntesis, tanto en los océanos como en tierra firme. La mayoría de las plantas murieron para continuar con los seres herbívoros y finalmente, los dinosaurios por completo.

Todo esto pudo suceder entre dos a cuatro años después del impacto. Por si fuera poco, en Chicxulub se ha encontrado un estrato de roca que data de hace 65 millones de años y que es rico en iridio. Este elemento radioactivo es raro en la Tierra, pero los meteoritos algunas veces contienen cantidades significativas de él, y éste las tenía. Se piensa que el iridio se propagó por toda la atmosfera, creando lluvias ácidas y radioactivas, lo que convirtió al aire en no apto para la vida en poco tiempo, coronando las calamidades.

En el caso de los dinosaurios, se combinaron los factores exactos para su desaparición: el lugar del impacto sobre una masa continental poco profunda; el alto contenido de Iridio presente en el asteroide, y el cambio climático tan drástico que se presentó, muriendo primero las plantas verdes.

Sin embargo, en aquella época de la vida en la Tierra, algunos seres, quizá insignificantes por su tamaño, habían tomado otro camino en la evolución. Cientos de millones de años atrás, tanto los dinosaurios como estos animales tuvieron un antepasado común. Sus cuerpos, con sangre caliente y mecanismo termorregulador, pudieron resistir estoicamente las terribles condiciones del clima y la escasez de alimentos.

Se refugiaban en madrigueras enterradas profundamente donde se alimentaban de raíces, tubérculos, gusanos e insectos, se daban calor con sus cuerpos y procreaban solo de tres a cuatro crías, las que tenían ya la oportunidad de alimentarse con una invención extraordinaria de esta especie: la leche materna. Cuando las condiciones del clima empezaron a normalizarse, tomaron su oportunidad.

Eran los primeros balbuceos de los mamíferos, que 65 millones de años después, darían origen al hombre.

Un dinosaurio en sociedad

Que un asteroide golpeé a cualquier planeta del sistema solar representa una muy baja probabilidad en términos astronómicos; pero que un asteroide golpeé a la Tierra en particular, representa una probabilidad aún más baja, algo así como una en 50 millones.

Sin embargo, sucedió y podría volver a suceder.

¿Pero qué hubiera ocurrido si este enorme asteroide no hubiera colisionado con nuestro planeta?

Los científicos saben que muchos dinosauros de los más conocidos como el Stegosaurus, el Diplodocus o el Allosaurus ya tenían incluso millones de años de haberse extinguido antes del cataclismo de finales del Cretácico, y aun así, existían más de 200 especies al momento del impacto. Eran la parte alta de la cadena alimenticia del planeta y muchos de ellos tenían cuerpos fuertes, ágiles y veloces, cerebros en proporción con este tamaño y no había ninguna razón para que, cataclismos menos, pudieran alcanzar el dominio inteligente de la Tierra.

En un hipotético caso en que el asteroide no hubiera golpeado a la Tierra, la frenética evolución que algunos dinosaurios experimentaban en ese momento, hubiera continuado. Más no todas las especies habrían de sobrevivir con el paso de las eras, ya que algunas de ellas eran demasiado descomunales para poder adaptarse a los enormes cambios que se avecinaban, −en el clima y la actividad volcánica principalmente− debido a sus movimientos pesados o las inmensas cantidades de comida que consumían, pero principalmente, a la relación del tamaño de sus cerebros con respecto a su cuerpo.

Tomando en cuenta que la evolución y la selección natural son totalmente impredecibles, se han hecho estimaciones con un dinosaurio mediano, que era muy espabilado y vivía en manadas, llamado Troodón, debido a que poseía las características que lo hacían ideal para seguir evolucionando: una estatura de 200 cm y un peso de 500 kg, con un cerebro de al menos 2.5 kg, visión estereoscópica con ojos situados mas al frente del cráneo, rapidez de movimientos y trabajo en equipo.

Quizá, si el Troodón hubiera tenido 10 millones de años más de evolución hoy fuera la especie mejor adaptada y evolucionada y sin duda dominaría al planeta, con su forma evolutiva y su sociedad. Es imposible saber cómo podrían ser una sociedad inteligente o una civilización de Troodones, porque no podemos ni siquiera intentar compararlos con nuestra sociedad humana, aunque por el efecto antropomórfico que poseemos, en automático las percibimos parecidas, es decir, poseyendo de inicio inteligencia, lenguaje y sociedad, y todas las derivaciones que estas características son capaces.

Sin embargo, ni siquiera 160 millones de años de evolución, aseguran la supervivencia de ninguna especie y los dinosaurios son un claro ejemplo de ello.

Podemos darnos cuenta que el Universo se nos presenta ni benigno ni hostil, simplemente indiferente a las preocupaciones de seres como nosotros.

Solo una oportunidad

Si en un futuro, alguno de los miles de asteroides o cometas aun no conocidos ni monitoreados por la ciencia, se encontrara en su camino a la Tierra, y no estuviéramos preparados para su desvío o destrucción, los daños podrían ser catastróficos, sobre todo si golpeara en tierra firme.

En el caso de los dinosaurios, se combinaron los factores exactos para su desaparición: el lugar del impacto sobre una masa continental poco profunda que estaba emergiendo, el alto contenido de Iridio presente en el asteroide y el cambio climático tan drástico que se presentó, muriendo primero las plantas verdes.

No sabemos lo que pudiera pasar con la humanidad en caso de presentarse un acontecimiento semejante. Primero tendríamos que saber en qué lugar habría de golpear el asteroide.

La vida se ha enfrentado muchas veces con extinciones masivas. La de los dinosaurios solo es una de varias. Sin embargo, la vida por completo nunca ha desaparecido. Las cargas genéticas van subsistiendo en los seres que sobreviven a las extinciones, y esas cargas acumuladas en nuestros genes desde hace miles de millones de años inclusive, nos han sido necesarias para encontrar el camino de la evolución que nos llevó a la conciencia.

Sin embargo, en los niveles más primitivos de nuestro cerebro, se encuentran sin duda cargas genéticas acumuladas de aquellos seres que eran cien por ciento instintivos para actuar, agresivos para sobrevivir y feroces para pelear. Nosotros no podemos extinguir por completo ese legado instintivo que nos empuja hacia la agresión y territorialidad y luego derivado de esto, el ego lo transforma en ambición, odio y encono hacia nuestros semejantes.

¿Que podríamos esperar de permitir que esa carga genética supere a nuestra corteza cerebral y su conciencia en nuestra realidad cotidiana? No hay que ir muy lejos para saberlo, solo demos un vistazo a los graves problemas con los que vivimos como sociedad y humanidad.

Desde tiempos muy remotos, nuestra especie se ha enfrentado a esta carga genética nos guste o no. Pero así fue necesario, porque precedieron a la corteza cerebral, que es una expresión máxima de conciencia y que nos hace humanos.

Esto solo significa que así es nuestra naturaleza, una mezcla de aquellos impulsos que nos surgen para la agresión, la territorialidad o el poder compitiendo contra la razón, la conciencia y el amor.

Somos una raza recién llegada al planeta, con apenas dos millones de años de evolución, que aprovechó la coyuntura exacta para encontrar el camino hacia su superación; no obstante, el universo puede ser muy impredecible y en cualquier momento hacer surgir algún acontecimiento que cambie la historia de la vida o de la evolución en un instante. Esto siempre está respaldado por una posibilidad y la raza humana no puede ignorarla si queremos continuar con nuestra propia historia.

Y el viaje continúa…

Periódico El Mosquito

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